INTRODUCCIÓN
Uno de los grandes retos del
siglo XXI es la erradicación de la violencia de género. Desde ese marco de
referencia, la meta supone el reconocimiento y la utilización de un paradigma
de análisis: feminicidio-femicidio. El término apareció en la segunda mitad del
siglo pasado y su validación actual certifica que aquellos conceptos políticos
que se construyeron por la alianza entre los movimientos sociales y la
academia, sientan las bases para un cambio social sin precedentes.
Pero, ¿de qué hablamos
cuando nombramos la palabra feminicidio? Hablamos de un fenómeno visibilizado
durante milenios, de un hecho normalizado desde los inicios de la sociedad
humana global. El asesinato de las mujeres por el hecho de ser mujeres cometido
por hombres -la definición más básica y que debería aparecer en los
diccionarios- es tan difícil de comprender y de asimilarse socialmente que nos
vemos en la necesidad fáctica de situarlo en el centro mismo de la barbarie.
Una barbarie que no
distingue entre países del norte o países del sur, ni clases sociales, ni
origen étnico. Una barbarie, cuyo impacto planetario se manifiesta con sus
particularidades en cada sociedad y que aún hoy, en ciertos contextos, intenta
ser silenciada y desmantelada por el discurso dominante: patriarcal, androcéntrico
y misógino.
La aparición del paradigma
del feminicidio-femicidio es un aporte de la academia feminista anglosajona cuyos ensayos e
investigaciones estadísticas ponen en relieve que los victimarios de la inmensa
mayoría de los asesinatos que se cometen, tanto de hombres como de mujeres, son
del género masculino. Cuando una forma de barbarie es aceptada, una población o
un ser no pertenecen plenamente a la humanidad y merecen un tratamiento que
rotundamente no se aplicarían a sí mismos quienes aceptan y consienten esa
barbarie.
El feminicidio constituye
una forma de barbarie, la otra barbarie en el patriarcado de la era de la
globalización. La pregunta debe ser:
‘¿por qué los miembros de algunos grupos matan a los miembros de otros grupos?’
Cuando se trata de dar respuesta a esta pregunta es necesario interrelacionar
los motivos con los actos violentos de los criminales y yuxtaponerlos con las
estructuras sociales de determinada región y las diferencias de poder en la
jerarquía del poder sexual".
I CAPITULO
1.-Feminicidio:
1.1.-La forma más extrema de la violencia
contra la mujer
1.2.-Origen del término
2.-El feminicidio en el Perú
2.1.-Analizando el feminicidio
2.2.-Relación del agresor con la víctima
2.3.-Características de la agresión
2.4.-Móviles supuestos de la agresión
3.-Tipos de feminicidio
3.1.-Feminicidio familiar
3.2.-Feminicidio íntimo
3.3.-Feminicidio infantil
3.4.-Feminicidio por ocupaciones
estigmatizadas
3.5.-Feminicidio sexual sistémico
3.6.-Feminicidio sexual sistémico
desorganizado
3.7.-Feminicidio sexual sistémico
organizado
4.-Tipos de asesinatos de
mujeres
4.1.-Asesinatos de mujeres por narcotráfico
y crimen organizado
4.2.-Asesinatos de mujeres por violencia
juvenil
4.3.-Asesinatos de mujeres por violencia
comunitaria
II CAPITULO: CAUSAS DEL
FEMINICIDIO
III CAPITULO:: CASOS Y CONCLUSIONES
INTEGRANTES:
URQUIZA RODRIGUEZ PAOLA
TORIBIO BEJARANO CINTHIA
PAZ ZORRILLA GUSTAVO
VICTOR
1.- FEMINICIDIO:
1.1.-La forma más extrema de la violencia contra la
mujer:
Marcela
Lagarde –teórica feminista, antropóloga y diputada mexicana– ha realizado
profundos estudios sobre las muertes de mujeres en Ciudad Juárez, llegando
conceptuar el término. El problema es multidimensional, por lo tanto hacemos
una aproximación al feminicidio identificándolo como el crimen directamente
ejercido contra la vida de las mujeres por su condición de mujer. Desde el
movimiento de mujeres, es un término que está buscando un lugar en el discurso criminalística;
a su vez, pretende visualizar una situación de violencia sistemática y
silenciada durante muchos siglos por a indiferencia y tolerancia social. El feminicidio es
una categoría que debe abordarse como la forma más extrema e irreparable de
violencia directa hacia las mujeres y como una alternativa a la neutralidad neutralidad
del término homicidio, visibilizando un trasfondo no reconocido: la misoginia
en la muerte diaria de mujeres. Es un problema social, económico, político y
cultural; es un problema de Estado y de la sociedad en su conjunto. De lo
anterior se colige que: el feminicidio es el crimen contra las mujeres por razones de
género. Es un acto que no responde a una coyuntura ni actores específicos, pues
se desarrolla tanto en tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado y las
mujeres víctimas no poseen un perfil único de rango de edad ni de condición
socioeconómica. Sin embargo, existe mayor incidencia de la violencia en mujeres
en edad reproductiva. Los autores de los crímenes tampoco responden a una
especificidad ya que estos actos pueden ser realizados por personas con quienes
la víctima mantiene un vínculo afectivo, amical o social, como por ejemplo
familiares, parejas, enamorados, novios, convivientes, cónyuges, ex
convivientes, ex cónyuges o amigos. También es realizado por personas
conocidas, como vecinos, compañeros de trabajo y de estudio; de igual forma que
por desconocidos para la víctima. Asimismo, puede ser perpetrado de manera
individual o colectiva e incluso por mafias organizadas. Sin embargo, estos
crímenes sí responden a un clima social y cultural específico, donde aún
prevalece el machismo, entendido como el comportamiento colectivo sostenido en
un sistema social organizado de manera desigual y donde el poder es ejercido
por el hombre. Esta es la razón por la cual se normaliza y tolera la violencia
contra la mujer. Ello nos sitúa en un panorama social descompuesto y de severas
perturbaciones sociales, pues las mujeres no están siendo asumidas como
semejantes ni como personas sujetas a derechos y libertades en igualdad de
condiciones. Los feminicidio responden a racionalidades colectivas en donde el
rol de la mujer en la sociedad continúa siendo adscrito al ámbito doméstico, lo
femenino ha sido devaluado y la sexualidad de la mujer es espacio de dominio y
lugar del ejercicio del poder “masculino”. Por lo tanto, los feminicidio son
expresiones de una estructura simbólica colectiva profunda que se manifiesta en
la cotidianeidad de la vida de las mujeres, en el discurso de los medios de comunicación,
en el lenguaje utilizado por muchas autoridades que atienden casos de
violencia, en los argumentos que esgrime el agresor para justificar sus
crímenes y en la poca voluntad política para abordar el problema dentro de las prioridades
del Estado. Usar el término feminicidio para señalar los crímenes a mujeres por razones de
género nos permite evidenciar la magnitud de la violencia contra la mujer y
presentarla como un grave y creciente problema social que urge atender. Además,
nos permite especificar las causas estructurales e históricas a las que
responden este tipo de delitos alejándonos de generalizaciones que tienden a
estereotipar y crear mitos alrededor del comportamiento femenino, devaluándolo
y justificando el crimen tácitamente; pues los autores no son personas con
perturbaciones mentales, sino personas socializadas cuya acción responde no a
“emociones violentas” sino a conductas desarrolladas en un contexto de
discriminación y violencia contra la mujer.
1.2.- Origen del término
El término “feminicidio”
viene de “femicide”, cuya traducción es “femicidio”, que es el homólogo a
homicidio de mujeres20. Se ha preferido en la voz castellana denominar a esta
nueva categoría de estudio feminicidio, dentro de la cual se pueden abarcar las
especificaciones de esta clase de crímenes contra las mujeres. El término se
acuña desde la teoría feminista por primera vez por Diana Russel y Jill Radford
en su textoFeminicide. The politics of women killing, de 1992.
2.-El feminicidio en el Perú
2.1.-Analizando el feminicidio
El feminicidio se constituye como un
crimen de características específicas. No tiene actores ni coyunturas
determinadas estrictamente; es decir, que no existe un perfil único de víctima.
Todas las mujeres, sin importar edad ni nivel socioeconómico, están expuestas a
esta violencia; la cuál se inscribe en un contexto cultural de discriminación y
violencia contra la mujer. Sin embargo, los datos señalan un mayor riesgo en
mujeres en edad reproductiva. El 58% de víctimas se encontraba entre los 17 y
34 años de edad. En tanto que el 17% tiene entre 35 y 52 años, mientras que un
10% está entre los 53 y 70 años de edad.
2.2.-Relación
del agresor con la víctima
2.3.-Características de la agresión
En
este punto se refieren el ámbito en el que ocurrió la agresión, la forma de
inhabilitar a la víctima y el medio utilizado para cometer el crimen. En
promedio, el 52% de mujeres víctimas sufrieron la agresión en sus propias casas
y un 23% en el domicilio de su agresor. Ello nos muestra que los asesinatos
fueron cometidos en espacios que comúnmente son significados como espacios
físicos y sociales que garantizan la seguridad de las personas y especialmente
de las mujeres. Sin embargo, es en estos ámbitos donde la mujer no sólo se
encuentra insegura; sino que, por el contrario, para un 52% de ellas es en este
espacio donde se desencadena una grave situación de violencia. Son los
contextos de discriminación y violencia los que definen estos espacios como de
alto riesgo para las mujeres. En efecto, entre 2003 y 2005, el 53%, 49% y 54%
de los crímenes, correlativamente, fueron realizados en el lugar donde la
víctima residía. Por otra parte, el 25% de los crímenes en promedio fue
perpetrado en hoteles u hostales; lo cual sugiere la preexistencia de
situaciones de índole sexual –
Consensuadas
o forzadas– entre la víctima y el agresor. La clasificación “otro” responde a
los casos donde las mujeres fueron encontradas en lugares alejados, abandonadas
luego de haberse cometido el crimen y, por lo tanto, no se conoce el ámbito de
la agresión. Es necesario enfatizar que las mujeres halladas en estos lugares
–en su mayoría– presentan signos terribles de violencia; como golpes,
violación, torturas, quemaduras e incluso mutilaciones. Para los tres años se
reportan 14%, 13% y 17% de estas situaciones correlativamente.
Para
el año 2005 el 34% de los asesinatos ocurrió en el hogar de la pareja y los
agresores fueron los esposos o convivientes. Algunos de los casos de
feminicidio fueron presenciados por hijos menores de la pareja, dejando de este
modo secuelas psicológicas irreparables. Del total de los casos registrados
durante 2005, el 30% de mujeres asesinadas fueron anteriormente víctimas de
violencia familiar y recurrieron a las instancias estatales42, donde no
encontraron una respuesta rápida, adecuada y eficaz al problema. Con ello se
evidencia que el Estado aún tiene dificultades para brindar una protección
adecuada a las mujeres. La existencia de leyes de protección son viables en la
medida que sean aplicadas adecuadamente; sin embargo, se presentan brechas que
perjudican directamente a la víctima. Es lamentable que el sistema judicial no
responda adecuadamente a las demandas, de modo tal que expone a las víctimas
frente a sus agresores, quienes en muchos casos les ocasionan la muerte.
Resulta imperativo alertar sobre la dramática situación de desprotección que
viven muchas mujeres sometidas a la violencia doméstica. Es una obligación del Estado cumplir con la debida diligencia la
atención a este problema; es decir, promover, proteger y garantizar el ejercicio de los derechos y libertades de las mujeres. Veamos a continuación
las formas de inhabilitar a las
víctimas.
Según
la información recabada, más de 57% del total de víctimas de feminicidio sufrió
extrema violencia física previamente a su muerte y de esta forma fue inhabilitada.
Asimismo, los datos muestran que, como antecedente al fallecimiento, hay una
intención de demostrar dominio sobre el cuerpo y la voluntad de la mujer
mediante el recurso de la fuerza, el uso de estupefacientes, el engaño, la
coacción y la amenaza. Los crímenes de feminicidio se desarrollan no sólo en un
clima de violencia y discriminación, sino también de misoginia, la cual se
expresa en los asesinatos perpetrados con extrema crueldad. Veamos a
continuación los medios utilizados por los agresores para cometer sus crímenes.
Los agresores en muchos casos planifican los asesinatos en complicidad con
terceros, lo cual los lleva a elegir qué mecanismo utilizarán para alcanzar su
objetivo. Según testimonios de algunos agresores, ellos usaron un arma que les
otorgue seguridad para acabar con la vida de sus víctimas. El poseer un arma
les da un valor agregado de poder. En ese sentido, se ha identificado que en
los tres años más del 48% de los agresores utilizan cualquier arma blanca para
perpetrar su crimen. También se evidencia la utilización de otras armas, como
el martillo, sin descartar el uso de prendas de la propia víctima; como es el
caso de chalinas, bufandas, etc. Estos últimos son usados en su mayoría por
personas que poseen mayor fuerza física que sus víctimas y por aquellos que no
necesariamente planificaron el asesinato. En el caso peruano, podemos observar
que en los tres años el 21% de mujeres murió por el uso de armas de fuego.
Sobre la relación que existe entre las armas y las mujeres, Amnistía
Internacional, Oxfam International y la Red Internacional de Acción sobre Armas
Pequeñas, en su informe “El efecto de las armas en la vida de las mujeres”
señalan que sea cual fuere el contexto o la causa inmediata de la violencia, la
presencia de armas de fuego tiene, invariablemente, el mismo efecto; es decir,
cuanto mayor sea el número de armas, mayor es el peligro para las
mujeres43.
Asimismo, dicho informe resalta que la presencia de armas de fuego en el hogar
expone a las mujeres a un riesgo especialmente elevado de muerte. Al respecto, dos
estudios recientes de Estados Unidos ofrecen información relevante sobre el
tema44. En primer lugar, hay varios factores que afectan a las posibilidades de
que una mujer sea asesinada por su esposo o compañero, pero el acceso a un arma de fuego aumenta el
riesgo cinco veces45. En segundo término,
tener un arma de fuego en el hogar aumenta el riesgo general de que algún
miembro de la familia sea
asesinado en un 41%; pero para las mujeres en concreto, este riesgo casi se triplica (subiendo hasta 272%)46. En consecuencia, los datos de estos
estudios muestran que la
intervención de las armas de fuego en el
hogar hace mucho más probable que una agresión tenga consecuencias mortales. Ello por tres razones47: 1) la
gravedad de las heridas que provoca un disparo es sumamente destructivo para el
tejido humano48, 2) la presencia de un arma de este tipo, con su amenaza de mortalidad,
reduce la capacidad de resistencia de las mujeres: el trauma de ser amenazada por
el esposo o la pareja es mayor cuando se esgrime un arma de fuego y existe un
peligro muy real de perder la vida, y 3) las armas de fuego reducen también las
posibilidades de escapar de la víctima y de que otra persona le preste ayuda.
Los agresores en muchos casos planifican los asesinatos en complicidad con
terceros, lo cual los lleva a elegir qué mecanismo utilizarán para alcanzar su
objetivo. Según testimonios de algunos agresores, ellos usaron un arma que les
otorgue seguridad para acabar con la vida de sus víctimas. El poseer un arma
les da un valor agregado de poder. En ese sentido, se ha identificado que en
los tres años más del 48% de los agresores utilizan cualquier arma blanca para
perpetrar su crimen. También se evidencia la utilización de otras armas, como
el martillo, sin descartar el uso de prendas de la propia víctima; como es el
caso de chalinas, bufandas, etc. Estos últimos son usados en su mayoría por
personas que poseen mayor fuerza física que sus víctimas y por aquellos que no
necesariamente planificaron el asesinato. En el caso peruano, podemos observar
que en los tres años el 21% de mujeres murió por el uso de armas de fuego.
Sobre la relación que existe entre las armas y las mujeres, Amnistía
Internacional, Oxfam International y la Red Internacional de Acción sobre Armas
Pequeñas, en su informe “El efecto de las armas en la vida de las mujeres”
señalan que sea cual fuere el contexto o la causa inmediata de la violencia, la
presencia de armas de fuego tiene, invariablemente, el mismo efecto; es decir,
cuanto mayor sea el número de armas, mayor es el peligro para las mujeres49.
Asimismo, dicho informe resalta que la presencia de armas de fuego en el hogar
expone a las mujeres a un riesgo especialmente elevado de muerte. Al respecto,
dos estudios recientes de Estados Unidos ofrecen información relevante sobre el
tema50. En primer lugar, hay varios factores que afectan a las posibilidades de
que una mujer sea asesinada por su esposo o compañero, pero el acceso a un arma de fuego aumenta el riesgo cinco veces51.
En segundo término, tener un arma de
fuego en el hogar aumenta el riesgo general de que algún miembro de la
familia sea asesinado en un 41%; pero para las mujeres en concreto, este riesgo
casi se triplica (subiendo hasta 272%)52.En consecuencia, los datos de estos
estudios muestran que la intervención de las armas de fuego en el hogar hace
mucho más probable que una agresión tenga consecuencias mortales. Ello por tres
razones53: 1) la gravedad de las heridas que provoca un disparo es sumamente
destructivo para el tejido humano54, 2) la presencia de un arma de este tipo,
con su amenaza de mortalidad, reduce la capacidad de resistencia de las
mujeres: el trauma de ser amenazada por el esposo o la pareja es mayor cuando
se esgrime un arma de fuego y existe un peligro muy real de perder la vida, y
3) las armas de fuego reducen también las posibilidades de escapar de la
víctima y de que otra persona le preste ayuda.
2.4.-Móviles
supuestos de la agresión:
No existe una razón justificada para acabar con la
vida de una persona; sin embargo, los agresores justifican la muerte de la
víctima. Sus argumentos ponen en escena contextos donde se intenta subordinar a
la mujer o doblegar su voluntad y autonomía hasta el punto de quitarle la vida;
como veremos a continuación. En promedio el 41% de los agresores manifiesta que
cometieron estos actos por una actitud de celos incontrolada; mientras que más
del 18% del total de atacantes afirmó que cometió el crimen por una supuesta
infidelidad de la víctima. Este fue el motivo por el cual debían salvar
públicamente su “honor mancillado”, agrediéndola. A todo ello se suma el valor
agregado de la venganza o resentimiento por parte del agresor, previamente
denunciado por la víctima en materia de violencia familiar, acoso sexual o por
haber ganado un proceso judicial en contra del mismo. Resulta todavía más
impactante que, del total de casos, un porcentaje mayor al 24% de las víctimas
se negaron a entablar, reiniciar o continuar una relación afectiva, sentimental
o íntima; o a satisfacer
sexualmente
al agresor. Para 2005 se constató que en dos casos el agresor practicó
necrofilia, evidenciando que el atacante deseó dominar la sexualidad femenina y
para realizar dicha acción anula cualquier tipo de defensa de la víctima
propiciándole la muerte. Algunas afirmaciones de los agresores no pueden ser
más ilustrativas: Estas afirmaciones muestran que los atacantes actuaron en un
claro intento de afirmar su autoridad y dominio, en una jerarquía de poder que
no les permitía aceptar la libre determinación de las mujeres sobre sus vidas.
La autodeterminación femenina es vista como amenazante a la soberanía masculina
y genera una crisis de las representaciones tradicionales sobre lo masculino y
lo femenino que se han ido sedimentando en nuestra cultura mediante estructuras
simbólicas profundas. Los feminicidio se inscriben en un clima de violencia y
discriminación, contextos sociales que se niegan a ceder espacios de poder y
decisión a las mujeres. Este clima es exacerbado por expresiones tales como las
emitidas en medios de comunicación sensacionalistas en este caso, el diario Ajá– sobre casos de asesinatos contra
mujeres o feminicidio.
A continuación ofrecemos una muestra a título referencial:
“Revientan
cabeza a jermita· “Yungay mata a su ex y
se vuela sesos”.· “Mata enamorada quinceañera por bailar perreo”. “Fiscal mata
mujer e hijo para no pasarle pensión”· “Celoso estrangula esposa fiestera”.
“Descubrió que lo hacía venado... celoso estrangula gila” “Mató a chica porque no
quiso darle cucú”.· “Celoso mete bala en cara a su novia”· “Juró vengarse por
abandonarlo y denunciarlo por violación… guachimán plomea a ex ñorsa64 e hijastra”.
“Bestia estrangula y viola teclita”. “Mató novia por tramposa”. “Acuchilla a su
señora por tramposa”. “A golpes enfrían anciana.”· “Creía que le ponía cachos con
otro… ex guachi mata esposa y se suicida”. “Bestia mato jerma69 porque bailaba
con otro”.
Estos
titulares muestran un total irrespeto ante la muerte de las mujeres, utilizando
un lenguaje peyorativo con un claro sesgo de género; la utilización de esta
terminología mantiene estereotipos de género y devalúa lo femenino; la
permanencia de este lenguaje en el imaginario social conlleva a que se tolere y
perpetúe la violencia contra la mujer en nuestra sociedad.
3.-Tipos de feminicidio
3.1.-Feminicidio familiar
Asesinato de uno o varios miembros de la familia cometido por un
hombre. Está basado en relaciones de parentesco entre la o las víctimas y el
victimario.
3.2.-Feminicidio íntimo
Asesinatos de mujeres “cometidos por hombres con quien la víctima tenía
o tuvo una relación íntima, familiar, de convivencia o afines a estas” (Carcedo
y Sagot, 2002). Se subdividen en feminicidio infantil y familiar.
3.3.-Feminicidio infantil
Es el asesinato de niñas, por hombres o mujeres, en el contexto de una
relación de responsabilidad, confianza o poder que les otorga su situación
adulta sobre la minoría de edad de la niña.
3.4.-Feminicidio por ocupaciones
estigmatizadas
Las mujeres son asesinadas por ser mujeres. Sin embargo, hay otras
mujeres que lo son por la ocupación o el trabajo desautorizado que desempeñan.
Bajo este criterio se encuentran aquellas que trabajan en bares y en centros
nocturnos. Ellas son las bailarinas, las meseras y las prostitutas.
3.5.-Feminicidio sexual sistémico
El feminicidio sexual es el asesinato de mujeres que son secuestradas,
torturadas y violadas. Sus cadáveres, semidesnudos o desnudos son arrojados en
las zonas desérticas, los lotes baldíos, en los tubos de desagüe, en los
tiraderos de basura y en las vías del tren. Los asesinos por medio de estos
actos crueles fortalecen las relaciones sociales inequitativas de género que
distinguen los sexos: otredad, diferencia y desigualdad. Al mismo tiempo, el
Estado, secundado por los grupos hegemónicos, refuerza el dominio patriarcal y
sujeta a familiares de víctimas y a todas las mujeres a una inseguridad
permanente e intensa, a través de un período continuo e ilimitado de impunidad
y complicidades al no sancionar a los culpables y otorgar justicia a las
víctimas. Se divide en las subcategorías de organizado y desorganizado y toma
en cuenta a los posibles y actuales victimarios.
3.6.-Feminicidio sexual sistémico desorganizado
El asesinato de las mujeres está acompañado -aunque no siempre- por el
secuestro, tortura, violación y disposición del cadáver. Los asesinos,
presumiblemente, matan por una sola vez, en un período determinado; y pueden
ser hombres desconocidos, cercanos o parientes de las víctimas que las asesinan
y las depositan en parajes solitarios, en hoteles, o en el interior de sus
domicilios.
3.7.-Feminicidio sexual sistémico organizado
El asesinato de las mujeres está acompañado por el secuestro, tortura,
violación y disposición del cadáver. Los asesinos pueden actuar como una red
organizada de feminicidas sexuales con un método consciente y sistemático a
través de un largo e indeterminado período, dirigido a la identidad de sexo y
de género de las niñas/mujeres.
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