domingo, 5 de mayo de 2013

EL FEMINICIDIO : AVANCE MONOGRÁFICO:


INTRODUCCIÓN

Uno de los grandes retos del siglo XXI es la erradicación de la violencia de género. Desde ese marco de referencia, la meta supone el reconocimiento y la utilización de un paradigma de análisis: feminicidio-femicidio. El término apareció en la segunda mitad del siglo pasado y su validación actual certifica que aquellos conceptos políticos que se construyeron por la alianza entre los movimientos sociales y la academia, sientan las bases para un cambio social sin precedentes.
Pero, ¿de qué hablamos cuando nombramos la palabra feminicidio? Hablamos de un fenómeno visibilizado durante milenios, de un hecho normalizado desde los inicios de la sociedad humana global. El asesinato de las mujeres por el hecho de ser mujeres cometido por hombres -la definición más básica y que debería aparecer en los diccionarios- es tan difícil de comprender y de asimilarse socialmente que nos vemos en la necesidad fáctica de situarlo en el centro mismo de la barbarie.
Una barbarie que no distingue entre países del norte o países del sur, ni clases sociales, ni origen étnico. Una barbarie, cuyo impacto planetario se manifiesta con sus particularidades en cada sociedad y que aún hoy, en ciertos contextos, intenta ser silenciada y desmantelada por el discurso dominante: patriarcal, androcéntrico y misógino.
La aparición del paradigma del feminicidio-femicidio es un aporte de la academia  feminista anglosajona cuyos ensayos e investigaciones estadísticas ponen en relieve que los victimarios de la inmensa mayoría de los asesinatos que se cometen, tanto de hombres como de mujeres, son del género masculino. Cuando una forma de barbarie es aceptada, una población o un ser no pertenecen plenamente a la humanidad y merecen un tratamiento que rotundamente no se aplicarían a sí mismos quienes aceptan y consienten esa barbarie.
El feminicidio constituye una forma de barbarie, la otra barbarie en el patriarcado de la era de la globalización.  La pregunta debe ser: ‘¿por qué los miembros de algunos grupos matan a los miembros de otros grupos?’ Cuando se trata de dar respuesta a esta pregunta es necesario interrelacionar los motivos con los actos violentos de los criminales y yuxtaponerlos con las estructuras sociales de determinada región y las diferencias de poder en la jerarquía del poder sexual".

I CAPITULO
1.-Feminicidio:
   1.1.-La forma más extrema de la violencia contra la mujer
   1.2.-Origen del término
2.-El feminicidio en el Perú
    2.1.-Analizando el feminicidio
    2.2.-Relación del agresor con la víctima
    2.3.-Características de la agresión
    2.4.-Móviles supuestos de la agresión
3.-Tipos de feminicidio
    3.1.-Feminicidio familiar
    3.2.-Feminicidio íntimo
    3.3.-Feminicidio infantil
    3.4.-Feminicidio por ocupaciones estigmatizadas
    3.5.-Feminicidio sexual sistémico
    3.6.-Feminicidio sexual sistémico desorganizado
    3.7.-Feminicidio sexual sistémico organizado

4.-Tipos de asesinatos de mujeres

    4.1.-Asesinatos de mujeres por narcotráfico y crimen organizado
    4.2.-Asesinatos de mujeres por violencia juvenil
    4.3.-Asesinatos de mujeres por violencia comunitaria
II CAPITULO: CAUSAS DEL FEMINICIDIO
III CAPITULO::  CASOS Y CONCLUSIONES

INTEGRANTES:

URQUIZA RODRIGUEZ PAOLA
TORIBIO BEJARANO CINTHIA
PAZ ZORRILLA GUSTAVO
VICTOR

1.- FEMINICIDIO:
1.1.-La forma más extrema de la violencia contra la mujer:
Marcela Lagarde –teórica feminista, antropóloga y diputada mexicana– ha realizado profundos estudios sobre las muertes de mujeres en Ciudad Juárez, llegando conceptuar el término. El problema es multidimensional, por lo tanto hacemos una aproximación al feminicidio identificándolo como el crimen directamente ejercido contra la vida de las mujeres por su condición de mujer. Desde el movimiento de mujeres, es un término que está buscando un lugar en el discurso criminalística; a su vez, pretende visualizar una situación de violencia sistemática y silenciada durante muchos siglos por a indiferencia y tolerancia social. El feminicidio es una categoría que debe abordarse como la forma más extrema e irreparable de violencia directa hacia las mujeres y como una alternativa a la neutralidad neutralidad del término homicidio, visibilizando un trasfondo no reconocido: la misoginia en la muerte diaria de mujeres. Es un problema social, económico, político y cultural; es un problema de Estado y de la sociedad en su conjunto. De lo anterior se colige que: el feminicidio es el crimen contra las mujeres por razones de género. Es un acto que no responde a una coyuntura ni actores específicos, pues se desarrolla tanto en tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado y las mujeres víctimas no poseen un perfil único de rango de edad ni de condición socioeconómica. Sin embargo, existe mayor incidencia de la violencia en mujeres en edad reproductiva. Los autores de los crímenes tampoco responden a una especificidad ya que estos actos pueden ser realizados por personas con quienes la víctima mantiene un vínculo afectivo, amical o social, como por ejemplo familiares, parejas, enamorados, novios, convivientes, cónyuges, ex convivientes, ex cónyuges o amigos. También es realizado por personas conocidas, como vecinos, compañeros de trabajo y de estudio; de igual forma que por desconocidos para la víctima. Asimismo, puede ser perpetrado de manera individual o colectiva e incluso por mafias organizadas. Sin embargo, estos crímenes sí responden a un clima social y cultural específico, donde aún prevalece el machismo, entendido como el comportamiento colectivo sostenido en un sistema social organizado de manera desigual y donde el poder es ejercido por el hombre. Esta es la razón por la cual se normaliza y tolera la violencia contra la mujer. Ello nos sitúa en un panorama social descompuesto y de severas perturbaciones sociales, pues las mujeres no están siendo asumidas como semejantes ni como personas sujetas a derechos y libertades en igualdad de condiciones. Los feminicidio responden a racionalidades colectivas en donde el rol de la mujer en la sociedad continúa siendo adscrito al ámbito doméstico, lo femenino ha sido devaluado y la sexualidad de la mujer es espacio de dominio y lugar del ejercicio del poder “masculino”. Por lo tanto, los feminicidio son expresiones de una estructura simbólica colectiva profunda que se manifiesta en la cotidianeidad de la vida de las mujeres, en el discurso de los medios de comunicación, en el lenguaje utilizado por muchas autoridades que atienden casos de violencia, en los argumentos que esgrime el agresor para justificar sus crímenes y en la poca voluntad política para abordar el problema dentro de las prioridades del Estado. Usar el término feminicidio para señalar los crímenes a mujeres por razones de género nos permite evidenciar la magnitud de la violencia contra la mujer y presentarla como un grave y creciente problema social que urge atender. Además, nos permite especificar las causas estructurales e históricas a las que responden este tipo de delitos alejándonos de generalizaciones que tienden a estereotipar y crear mitos alrededor del comportamiento femenino, devaluándolo y justificando el crimen tácitamente; pues los autores no son personas con perturbaciones mentales, sino personas socializadas cuya acción responde no a “emociones violentas” sino a conductas desarrolladas en un contexto de discriminación y violencia contra la mujer.

1.2.- Origen del término

El término “feminicidio” viene de “femicide”, cuya traducción es “femicidio”, que es el homólogo a homicidio de mujeres20. Se ha preferido en la voz castellana denominar a esta nueva categoría de estudio feminicidio, dentro de la cual se pueden abarcar las especificaciones de esta clase de crímenes contra las mujeres. El término se acuña desde la teoría feminista por primera vez por Diana Russel y Jill Radford en su textoFeminicide. The politics of women killing, de 1992.
2.-El feminicidio en el Perú
2.1.-Analizando el feminicidio
El feminicidio se constituye como un crimen de características específicas. No tiene actores ni coyunturas determinadas estrictamente; es decir, que no existe un perfil único de víctima. Todas las mujeres, sin importar edad ni nivel socioeconómico, están expuestas a esta violencia; la cuál se inscribe en un contexto cultural de discriminación y violencia contra la mujer. Sin embargo, los datos señalan un mayor riesgo en mujeres en edad reproductiva. El 58% de víctimas se encontraba entre los 17 y 34 años de edad. En tanto que el 17% tiene entre 35 y 52 años, mientras que un 10% está entre los 53 y 70 años de edad.

 2.2.-Relación del agresor con la víctima
2.3.-Características de la agresión
En este punto se refieren el ámbito en el que ocurrió la agresión, la forma de inhabilitar a la víctima y el medio utilizado para cometer el crimen. En promedio, el 52% de mujeres víctimas sufrieron la agresión en sus propias casas y un 23% en el domicilio de su agresor. Ello nos muestra que los asesinatos fueron cometidos en espacios que comúnmente son significados como espacios físicos y sociales que garantizan la seguridad de las personas y especialmente de las mujeres. Sin embargo, es en estos ámbitos donde la mujer no sólo se encuentra insegura; sino que, por el contrario, para un 52% de ellas es en este espacio donde se desencadena una grave situación de violencia. Son los contextos de discriminación y violencia los que definen estos espacios como de alto riesgo para las mujeres. En efecto, entre 2003 y 2005, el 53%, 49% y 54% de los crímenes, correlativamente, fueron realizados en el lugar donde la víctima residía. Por otra parte, el 25% de los crímenes en promedio fue perpetrado en hoteles u hostales; lo cual sugiere la preexistencia de situaciones de índole sexual –
Consensuadas o forzadas– entre la víctima y el agresor. La clasificación “otro” responde a los casos donde las mujeres fueron encontradas en lugares alejados, abandonadas luego de haberse cometido el crimen y, por lo tanto, no se conoce el ámbito de la agresión. Es necesario enfatizar que las mujeres halladas en estos lugares –en su mayoría– presentan signos terribles de violencia; como golpes, violación, torturas, quemaduras e incluso mutilaciones. Para los tres años se reportan 14%, 13% y 17% de estas situaciones correlativamente.



Para el año 2005 el 34% de los asesinatos ocurrió en el hogar de la pareja y los agresores fueron los esposos o convivientes. Algunos de los casos de feminicidio fueron presenciados por hijos menores de la pareja, dejando de este modo secuelas psicológicas irreparables. Del total de los casos registrados durante 2005, el 30% de mujeres asesinadas fueron anteriormente víctimas de violencia familiar y recurrieron a las instancias estatales42, donde no encontraron una respuesta rápida, adecuada y eficaz al problema. Con ello se evidencia que el Estado aún tiene dificultades para brindar una protección adecuada a las mujeres. La existencia de leyes de protección son viables en la medida que sean aplicadas adecuadamente; sin embargo, se presentan brechas que perjudican directamente a la víctima. Es lamentable que el sistema judicial no responda adecuadamente a las demandas, de modo tal que expone a las víctimas frente a sus agresores, quienes en muchos casos les ocasionan la muerte. Resulta imperativo alertar sobre la dramática situación de desprotección que viven muchas mujeres sometidas a la violencia doméstica. Es una obligación del Estado cumplir con la debida diligencia la atención a este problema; es decir, promover, proteger y garantizar el ejercicio de los derechos y libertades de las mujeres. Veamos a continuación las formas de inhabilitar a las víctimas.
Según la información recabada, más de 57% del total de víctimas de feminicidio sufrió extrema violencia física previamente a su muerte y de esta forma fue inhabilitada. Asimismo, los datos muestran que, como antecedente al fallecimiento, hay una intención de demostrar dominio sobre el cuerpo y la voluntad de la mujer mediante el recurso de la fuerza, el uso de estupefacientes, el engaño, la coacción y la amenaza. Los crímenes de feminicidio se desarrollan no sólo en un clima de violencia y discriminación, sino también de misoginia, la cual se expresa en los asesinatos perpetrados con extrema crueldad. Veamos a continuación los medios utilizados por los agresores para cometer sus crímenes. Los agresores en muchos casos planifican los asesinatos en complicidad con terceros, lo cual los lleva a elegir qué mecanismo utilizarán para alcanzar su objetivo. Según testimonios de algunos agresores, ellos usaron un arma que les otorgue seguridad para acabar con la vida de sus víctimas. El poseer un arma les da un valor agregado de poder. En ese sentido, se ha identificado que en los tres años más del 48% de los agresores utilizan cualquier arma blanca para perpetrar su crimen. También se evidencia la utilización de otras armas, como el martillo, sin descartar el uso de prendas de la propia víctima; como es el caso de chalinas, bufandas, etc. Estos últimos son usados en su mayoría por personas que poseen mayor fuerza física que sus víctimas y por aquellos que no necesariamente planificaron el asesinato. En el caso peruano, podemos observar que en los tres años el 21% de mujeres murió por el uso de armas de fuego. Sobre la relación que existe entre las armas y las mujeres, Amnistía Internacional, Oxfam International y la Red Internacional de Acción sobre Armas Pequeñas, en su informe “El efecto de las armas en la vida de las mujeres” señalan que sea cual fuere el contexto o la causa inmediata de la violencia, la presencia de armas de fuego tiene, invariablemente, el mismo efecto; es decir, cuanto mayor sea el número de armas, mayor es el peligro para las
mujeres43. Asimismo, dicho informe resalta que la presencia de armas de fuego en el hogar expone a las mujeres a un riesgo especialmente elevado de muerte. Al respecto, dos estudios recientes de Estados Unidos ofrecen información relevante sobre el tema44. En primer lugar, hay varios factores que afectan a las posibilidades de que una mujer sea asesinada por su esposo o compañero, pero el acceso a un arma de fuego aumenta el riesgo cinco veces45. En segundo término, tener un arma de fuego en el hogar aumenta el riesgo general de que algún miembro de la familia sea asesinado en un 41%; pero para las mujeres en concreto, este riesgo casi se triplica (subiendo hasta 272%)46. En consecuencia, los datos de estos estudios muestran que la intervención de las armas de fuego en el hogar hace mucho más probable que una agresión tenga consecuencias mortales. Ello por tres razones47: 1) la gravedad de las heridas que provoca un disparo es sumamente destructivo para el tejido humano48, 2) la presencia de un arma de este tipo, con su amenaza de mortalidad, reduce la capacidad de resistencia de las mujeres: el trauma de ser amenazada por el esposo o la pareja es mayor cuando se esgrime un arma de fuego y existe un peligro muy real de perder la vida, y 3) las armas de fuego reducen también las posibilidades de escapar de la víctima y de que otra persona le preste ayuda. Los agresores en muchos casos planifican los asesinatos en complicidad con terceros, lo cual los lleva a elegir qué mecanismo utilizarán para alcanzar su objetivo. Según testimonios de algunos agresores, ellos usaron un arma que les otorgue seguridad para acabar con la vida de sus víctimas. El poseer un arma les da un valor agregado de poder. En ese sentido, se ha identificado que en los tres años más del 48% de los agresores utilizan cualquier arma blanca para perpetrar su crimen. También se evidencia la utilización de otras armas, como el martillo, sin descartar el uso de prendas de la propia víctima; como es el caso de chalinas, bufandas, etc. Estos últimos son usados en su mayoría por personas que poseen mayor fuerza física que sus víctimas y por aquellos que no necesariamente planificaron el asesinato. En el caso peruano, podemos observar que en los tres años el 21% de mujeres murió por el uso de armas de fuego. Sobre la relación que existe entre las armas y las mujeres, Amnistía Internacional, Oxfam International y la Red Internacional de Acción sobre Armas Pequeñas, en su informe “El efecto de las armas en la vida de las mujeres” señalan que sea cual fuere el contexto o la causa inmediata de la violencia, la presencia de armas de fuego tiene, invariablemente, el mismo efecto; es decir, cuanto mayor sea el número de armas, mayor es el peligro para las mujeres49. Asimismo, dicho informe resalta que la presencia de armas de fuego en el hogar expone a las mujeres a un riesgo especialmente elevado de muerte. Al respecto, dos estudios recientes de Estados Unidos ofrecen información relevante sobre el tema50. En primer lugar, hay varios factores que afectan a las posibilidades de que una mujer sea asesinada por su esposo o compañero, pero el acceso a un arma de fuego aumenta el riesgo cinco veces51. En segundo término, tener un arma de fuego en el hogar aumenta el riesgo general de que algún miembro de la familia sea asesinado en un 41%; pero para las mujeres en concreto, este riesgo casi se triplica (subiendo hasta 272%)52.En consecuencia, los datos de estos estudios muestran que la intervención de las armas de fuego en el hogar hace mucho más probable que una agresión tenga consecuencias mortales. Ello por tres razones53: 1) la gravedad de las heridas que provoca un disparo es sumamente destructivo para el tejido humano54, 2) la presencia de un arma de este tipo, con su amenaza de mortalidad, reduce la capacidad de resistencia de las mujeres: el trauma de ser amenazada por el esposo o la pareja es mayor cuando se esgrime un arma de fuego y existe un peligro muy real de perder la vida, y 3) las armas de fuego reducen también las posibilidades de escapar de la víctima y de que otra persona le preste ayuda.

2.4.-Móviles supuestos de la agresión:

No existe una razón justificada para acabar con la vida de una persona; sin embargo, los agresores justifican la muerte de la víctima. Sus argumentos ponen en escena contextos donde se intenta subordinar a la mujer o doblegar su voluntad y autonomía hasta el punto de quitarle la vida; como veremos a continuación. En promedio el 41% de los agresores manifiesta que cometieron estos actos por una actitud de celos incontrolada; mientras que más del 18% del total de atacantes afirmó que cometió el crimen por una supuesta infidelidad de la víctima. Este fue el motivo por el cual debían salvar públicamente su “honor mancillado”, agrediéndola. A todo ello se suma el valor agregado de la venganza o resentimiento por parte del agresor, previamente denunciado por la víctima en materia de violencia familiar, acoso sexual o por haber ganado un proceso judicial en contra del mismo. Resulta todavía más impactante que, del total de casos, un porcentaje mayor al 24% de las víctimas se negaron a entablar, reiniciar o continuar una relación afectiva, sentimental o íntima; o a satisfacer
sexualmente al agresor. Para 2005 se constató que en dos casos el agresor practicó necrofilia, evidenciando que el atacante deseó dominar la sexualidad femenina y para realizar dicha acción anula cualquier tipo de defensa de la víctima propiciándole la muerte. Algunas afirmaciones de los agresores no pueden ser más ilustrativas: Estas afirmaciones muestran que los atacantes actuaron en un claro intento de afirmar su autoridad y dominio, en una jerarquía de poder que no les permitía aceptar la libre determinación de las mujeres sobre sus vidas. La autodeterminación femenina es vista como amenazante a la soberanía masculina y genera una crisis de las representaciones tradicionales sobre lo masculino y lo femenino que se han ido sedimentando en nuestra cultura mediante estructuras simbólicas profundas. Los feminicidio se inscriben en un clima de violencia y discriminación, contextos sociales que se niegan a ceder espacios de poder y decisión a las mujeres. Este clima es exacerbado por expresiones tales como las emitidas en medios de comunicación sensacionalistas en este caso, el diario Ajá– sobre casos de asesinatos contra mujeres o feminicidio. A continuación ofrecemos una muestra a título referencial:

“Revientan cabeza a jermita· “Yungay  mata a su ex y se vuela sesos”.· “Mata enamorada quinceañera por bailar perreo”. “Fiscal mata mujer e hijo para no pasarle pensión”· “Celoso estrangula esposa fiestera”. “Descubrió que lo hacía venado... celoso estrangula gila” “Mató a chica porque no quiso darle cucú”.· “Celoso mete bala en cara a su novia”· “Juró vengarse por abandonarlo y denunciarlo por violación… guachimán plomea a ex ñorsa64 e hijastra”. “Bestia estrangula y viola teclita”. “Mató novia por tramposa”. “Acuchilla a su señora por tramposa”. “A golpes enfrían anciana.”· “Creía que le ponía cachos con otro… ex guachi mata esposa y se suicida”. “Bestia mato jerma69 porque bailaba con otro”.
Estos titulares muestran un total irrespeto ante la muerte de las mujeres, utilizando un lenguaje peyorativo con un claro sesgo de género; la utilización de esta terminología mantiene estereotipos de género y devalúa lo femenino; la permanencia de este lenguaje en el imaginario social conlleva a que se tolere y perpetúe la violencia contra la mujer en nuestra sociedad.

3.-Tipos de feminicidio

3.1.-Feminicidio familiar
Asesinato de uno o varios miembros de la familia cometido por un hombre. Está basado en relaciones de parentesco entre la o las víctimas y el victimario.

3.2.-Feminicidio íntimo
Asesinatos de mujeres “cometidos por hombres con quien la víctima tenía o tuvo una relación íntima, familiar, de convivencia o afines a estas” (Carcedo y Sagot, 2002). Se subdividen en feminicidio infantil y familiar.


3.3.-Feminicidio infantil
Es el asesinato de niñas, por hombres o mujeres, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder que les otorga su situación adulta sobre la minoría de edad de la niña.

3.4.-Feminicidio por ocupaciones estigmatizadas
Las mujeres son asesinadas por ser mujeres. Sin embargo, hay otras mujeres que lo son por la ocupación o el trabajo desautorizado que desempeñan. Bajo este criterio se encuentran aquellas que trabajan en bares y en centros nocturnos. Ellas son las bailarinas, las meseras y las prostitutas.

3.5.-Feminicidio sexual sistémico
El feminicidio sexual es el asesinato de mujeres que son secuestradas, torturadas y violadas. Sus cadáveres, semidesnudos o desnudos son arrojados en las zonas desérticas, los lotes baldíos, en los tubos de desagüe, en los tiraderos de basura y en las vías del tren. Los asesinos por medio de estos actos crueles fortalecen las relaciones sociales inequitativas de género que distinguen los sexos: otredad, diferencia y desigualdad. Al mismo tiempo, el Estado, secundado por los grupos hegemónicos, refuerza el dominio patriarcal y sujeta a familiares de víctimas y a todas las mujeres a una inseguridad permanente e intensa, a través de un período continuo e ilimitado de impunidad y complicidades al no sancionar a los culpables y otorgar justicia a las víctimas. Se divide en las subcategorías de organizado y desorganizado y toma en cuenta a los posibles y actuales victimarios.

3.6.-Feminicidio sexual sistémico desorganizado

El asesinato de las mujeres está acompañado -aunque no siempre- por el secuestro, tortura, violación y disposición del cadáver. Los asesinos, presumiblemente, matan por una sola vez, en un período determinado; y pueden ser hombres desconocidos, cercanos o parientes de las víctimas que las asesinan y las depositan en parajes solitarios, en hoteles, o en el interior de sus domicilios. 

3.7.-Feminicidio sexual sistémico organizado

El asesinato de las mujeres está acompañado por el secuestro, tortura, violación y disposición del cadáver. Los asesinos pueden actuar como una red organizada de feminicidas sexuales con un método consciente y sistemático a través de un largo e indeterminado período, dirigido a la identidad de sexo y de género de las niñas/mujeres. 


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